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INCLUYENDO A LA FAMILIA EN EL PROCESO TERAPÉUTICO DEL NIÑO
karina

Por: Mtra. Ligia Olmedo Santillana

Durante la práctica profesional que he tenido me he percatado de la falta que hace que el terapeuta infantil o pediátrico involucre a la familia en el proceso de terapia que se lleva con el infante.

La terapia infantil es un proceso guiado por el profesional (experto en un área del desarrollo); podemos encontrar la terapia emocional, terapia física, terapia de lenguaje y aprendizaje, terapia visual y la terapia sensorial, entre otras. Cada uno de los terapeutas realiza su trabajo generalmente en el centro terapéutico y es común que la familia no se mire como la base o como una de las piezas clave del rompecabezas.

Una de las metas del terapeuta es lograr la funcionalidad y la mayor armonía posible en la vida del niño (en cuanto a su desarrollo). El chico en cuestión se mueve en un ambiente familiar, dicho ambiente al ser positivo genera avances y cambios en la conducta del niño que nosotros llamamos madurez.

Para lograr un ambiente familiar positivo se requiere involucrar a más de un integrante, por lo que las necesidades de la familia, su dinámica, sus costumbres influirán en el desarrollo de todos sus integrantes.

Para comenzar, hay que reconocer que cada familia es diferente. No hay familias mejores ni peores pero sí las hay muy distintas unas de otras, en parte, porque se componen de diferente manera.

En la familia necesitamos observar como se da el apoyo, la convivencia y el disfrute de la interacción. Me pregunto si como terapeutas con simples recomendaciones, cuestionamientos o descripciones hacia la familia podemos generar mejoras en estos aspectos.

Las situaciones de vida diaria pueden generar:

Comunicación, convivencia, movimiento, aprendizaje, toma de retos, vinculación o resolución de situaciones.

El terapeuta infantil cuenta con estas oportunidades para propiciar madurez en el niño, pero es claro que los padres, hermanos, abuelos o tíos no siempre aprovecharán todas las experiencias a menos que los guiemos.

No es lo mismo vestir al menor que enseñar la secuencia del vestido, no da lo mismo que el papá guarde los juguetes a mostrar al niño como clasificar y acomodar, y por supuesto que hay diferencias entre dejar ganar al niño en el juego de mesa y no tomar turnos para apoyar la conciencia social y la tolerancia a la frustración en el juego.

No sólo se aprende en la escuela. Los niños aprenden a través de diferentes experiencias, como por ejemplo al jugar, al visitar una biblioteca o el zoológico, o en la casa a través de actividades cotidianas como poner la mesa, cocinar, regar las plantas u ordenar los juguetes; las tareas o estrategias que enviemos (como terapeutas) a casa pueden generar: respeto, independencia, comunicación, disfrute, toma de retos, etc.

La variabilidad de experiencias es una situación que vivirán juntos tanto familia y terapeuta de manera invariable, al estar abiertos a ella se ampliara el panorama y surgirá la adaptabilidad, flexibilidad y la posibilidad de disfrutar la vida en familia.

Por otro lado, invitar a los integrantes de la familia a mirar al niño con una visión de solución/éxito puede cambiar el enfoque de crianza:

¿El niño o niña tiene fortalezas, aptitudes o es bueno en alguna actividad?

La autoestima de una persona influye directamente en cómo actúa en todas las áreas de su vida. Así, los niños y niñas con autoestima positiva; es decir, que se sienten bien consigo mismos, tienden a ser más responsables, más colaboradores, más amistosos, más creativos y con más ganas de aprender.

Cuando el niño es sobreprotegido y no se le dan retos, es frecuente que tampoco se valore su contribución en el sistema familiar; por lo que una de las labores del terapeuta es fomentar en la familia la capacidad de observación para que la familia detecte las fortalezas en los chicos (buscar para que es bueno e incrementar las posibilidades de elevar estas habilidades), tal cual como buscadores de talento.

Las habilidades de convivencia y autorregulación también deberán trascenderse (es decir, llevarse del consultorio a la casa y de la casa al colegio), explicar como se puede realizar esto y la manera de graduar el reto o llevar a cabo la secuencia puede ser guiada por el terapeuta (dando pautas que cambiaran la vida social del individuo), los padres quieren saber cómo acercar a su hijo a los juegos en un parque, al espectáculo de una fiesta o a los abuelos en una reunión familiar con mucha gente.

¿Podemos ir mas allá como terapeutas infantiles?, ¿Tomaremos la oportunidad de influir mas allá de las paredes del consultorio?, ¿Cambiaremos realmente la vida de las personas con las que trabajamos?, ¿Miraremos al individuo como parte de un sistema familiar?

BIBLIOGRAFIA CONSULTADA:

TIEMPO DE CRECER. El desarrollo de niños y niñas de 4 a 10 años, UNICEF,

CONACE, JUNAEB, 2010.