Es un fenómeno cultural desear y fomentar la obediencia en los niños. A muchos nos han educado para ser obedientes, seguir reglas y acatar instrucciones. Hoy en día, aun me encuentro con padres que se sienten orgullosos al decir que sus hijos son unos niños obedientes. ¿Alguna vez se han cuestionado del riesgo en el que ponen a sus hijos? Me gustaría hablar sobre las implicaciones que tiene este modelo de disciplina.
Según la RAE, la definición de obedecer es “Cumplir la voluntad de quien manda o lo que establece una ley o norma”, es poner en un estado de sometimiento al niño, dejando de lado la oportunidad de analizar, reflexionar, libertad de decidir, disminuye la capacidad de independencia. Cuando enseñas a los niños a obedecer, los pones en un estado de riesgo, son susceptibles y vulnerables ante situaciones donde arriesgan su seguridad física y emocional. Hay diferentes tipos de riesgos, desde un niño de 6 años que le pide a otro dejarle de hablar a un compañero solo porque él dice, o el que le quita el lunch, o la pelota sin que el otro proteste. En adolescentes, podemos ver a los que convencen al amigo a que pida prestado el auto para ir a una fiesta o al que acepta drogas porque su mejor amigo lo convenció de probarlas. En casos más extremos están los abusos sexuales y vejaciones que se basan en la obediencia ciega al adulto.
El sociólogo Stanley Milgram realizó un estudio del comportamiento de la obediencia, donde encontró que la obediencia tiene las siguientes implicaciones:
“Cuando el sujeto obedece los dictados de la autoridad, su conciencia deja de funcionar. Se produce un desplazamiento del punto de vista crítico, sustituyendo el pensamiento propio por el de la autoridad” (Milgram, 1974).
“Abdicación de la responsabilidad. Esto es lo que parece más peligroso de la obediencia, el hecho de que sujetos pacíficos puedan trasladar la responsabilidad de sus actos, si son crueles, a la autoridad de la que emanan las órdenes y vivir esos actos, que son propios, como si fueran meros espectadores” (Milgram, 1974).
“Cuanto más cerca (físicamente) está la autoridad, se obedece más fácilmente” (Milgram, 1974).
Los niños educados bajo la obediencia, son niños con miedo al castigo, dejan de analizar lo que hay que hacer y cómo hacerlo. Se convierten en adultos tímidos, inseguros, dudosos, son pasivos y esperan que les den indicaciones de lo que tienen que hacer; pierden la libertad de decidir y exponer sus propias opiniones basadas en sus valores, creencias y cultura.
Sujetarse a ciertas reglas es vital para la vida en sociedad. No obstante, la obediencia no es la meta de la autoridad. El objetivo de ser una persona con autoridad es impulsar al niño a crecer como persona, que pueda ser responsable, pueda responder a sus conductas y compromisos. Es todo el proceso que inculca al menor ser un adulto con valor de responsabilidad.
Busca que tus hijos analicen y evalúen la situación, hazlos críticos, explica, describe lo que está pasando, genera empatía en ellos, elige los momentos en los que pueden decidir. Principalmente fomenta valores en ellos, favorece la cooperación y colaboración del menor.
El razonamiento autocrítico es un proceso prolongado que trae beneficios a largo plazo, obedecer es momentáneo.
Busca, investiga, prueba los diferentes métodos de disciplinar a tu hijo. Cuídalo y mantenlo protegido.
Bibliografía
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