Siete olmedo®

INTEGRACIÓN SENSORIAL EN EL AULA 
Lic. Ana Gardea

Te ha tocado alguna vez un alumno que requiera moverse todo el tiempo, que se golpea en la cabeza, que se agacha constantemente, que llora con los ruidos fuertes,  o al contrario que está muy ausente con su cuerpo poco alerta, o tal vez alguno que se estresa al ver una hoja con muchas líneas, puede ser debido al procesamiento sensorial.                

El procesamiento sensorial es la capacidad de nuestro cerebro para integrar todos los estímulos que entran por nuestros sentidos y para nuestra sorpresa no son sólo cinco (vista, oído, olfato, tacto y gusto) sino que hay tres más, dos de ellos que están involucrados en el movimiento, el propioceptivo y el vestibular, además del el interioceptivo. El propioceptivo es el que se encarga de hacernos percibir nuestro cuerpo a partir de las terminaciones nerviosas, es decir, ¿te das cuenta que sabes cómo están acomodados tus pies sin verlos, o que puedes llevar la cuchara a tu boca sin verte en un espejo?  Esto se lo debemos al sentido propioceptivo. Por otro lado, el vestibular se encarga de permitirnos el equilibrio, es el sentido que ayuda a que camines o que puedas subir a una barda, percibas lo límites de la barda y no te caigas. Por último el interioceptivo nos da información de nuestros órganos internos, lo cual nos permite sentir hambre o ganas de ir al baño. Pero, ¿qué pasa cuando estos sistemas no los integra bien nuestro cerebro? 

Todos tenemos mayor sensibilidad o menor en alguno de los sentidos, sin embargo hay casos en los que esto se presenta en el límite extremo. Este es el caso del trastorno de nombre Integración Sensorial (TIS), en dónde la falta de integración no permite que se den otros procesos como la atención, las habilidades de comunicación, la capacidad de adaptarse, entre otros. 

Cuando un niño tiene falta de sensibilidad en el área propioceptiva, querrá buscar formas de sentir su cuerpo estimulando sus terminaciones nerviosas a partir de activar sus articulaciones, por ejemplo saltando muy fuerte o constante, corriendo constantemente, parándose y sentándose. Si te detienes a observar, cada vez que haces uno de estos movimientos impactas en tus articulaciones.  

Por otro lado, un niño que no percibe adecuadamente a partir de su sentido vestibular buscará moverse hacia arriba y hacia abajo, lo que hace que su oído perciba este cambio de ubicación, ya que es en el oído que está nuestro sentido del equilibrio (sentido vestibular). También podría ser que diera vueltas sin parar o abrumarse con movimientos bruscos. 

En el caso de la vista puede ser que un dibujo con muchos detalles, una hoja con mucha información o líneas, tal vez una hoja completamente en blanco sea tan abrumador como un universo indescifrable.  

Es importante mencionar que un mismo niño puede presentar hipersensibilidad en uno de sus sentidos y de igual forma hipo (menor sensibilidad) en otro. Las características conforman una larga lista entre las cuales también pueden estar, sensibilidad al sonido, a la luz, a la textura de la ropa o comida, predilección por el juego brusco, alta tolerancia al dolor, falta de coordinación motora, etc. 

La pregunta clave aquí parece ser ¿Qué hacemos en estos casos en el aula? ¿Cómo podemos conciliar sus necesidades para favorecer el aprendizaje sin descuidar al resto de la clase?  

Si observas en tu grupo un alumno con algunas de estas características es importante comentarlo con directores y psicólogos, si tu escuela cuenta con uno, para así orientar y en caso de ser necesario se le realice una evaluación. 

Si te percatas de que el alumno presenta características de necesidades propioceptivas y vestibulares, puedes buscar hacer el movimiento funcional, incluyendo en la actividad el trasladarse de un sitio a otro, hacer pausas activas que impliquen impacto en sus articulaciones, pueden entre compañeros sentarse en el piso con brazos y piernas estiradas y hacer contra peso para empujarse, activando el tronco (siempre cuidando evitar lastimarse). También se puede establecer un horario para que pueda salir a hacer alguna activad, ejemplo, entregar papeles a alguna de las oficinas. Invítalo a que se siente con las piernas cruzadas arriba de la silla, que no le cuelguen. 

Para el caso de dificultades vestibulares, en la pausa activa puedes ponerlos a limpiar, agacharse lo regula, permítele balancearse incluso invítalo a hacerlo, es posible que eso lo regule. 

Para el caso de dificultades visuales, hay que evitar usar de forma prolongada aparatos electrónicos, evitar darle material que pueda abrumarlo con la cantidad de imágenes con mucho o sin nada de guía. Permítele cerrar sus ojos cada cierto tiempo, darse masaje en frente y alrededor de los ojos, que mire a lo lejos y trate de seguir  con sus ojos el contorno del pizarrón o de las paredes. 

Cada caso tiene un perfil y necesidades variadas, por lo que en este artículo no es posible abordar a profundidad cada una de ellas. Observa con atención para poder ofrecerle un estímulo que lo regule, aunque a vece en el intento puedes descubrir que sucede lo contrario. Es importante mencionar que el TIS tiene un origen y funcionamiento diferente al TDAH (Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad), aunque a veces suceden juntos, son diagnósticos diferentes. 

“Sólo adaptándonos a las necesidades de cada alumno podemos exigir el máximo de ellos” Joan Domènech 

Fuente de consulta: 

Obtenido de Entender las dificultades de procesamiento sensorial: https://www.understood.org/articles/es-mx/understanding-sensory-processing-issues